La fotografía callejera cambió la forma de ver mi ciudad

La magia se pierde, estar en repetidas ocasiones expuesto a algo te hace perder el asombro. Dejas a un lado ese niño en ti, siempre atento a los detalles para convertirte en un aburrido ser, uno con mirada perdida y problemas a tope.

Despiertas, te alistas para un nuevo día, sales en auto o agarras un bus. En medio del camino sólo piensas en todo lo que debes hacer, sin importar que el cielo esté hermoso, sin prestar atención al pequeño destello en el paisaje, tus ojos están atrapados en una vida sin sentido.

Como escape de mis tristezas me di la tarea de salir a la calle y re-descubrir mi ciudad. Parece tontería ¿por qué debería hacerlo si la conozco muy bien? pero me di cuenta que no era así.

El experimento era simple, salir con mi cámara y capturar momentos

En un inicio era difícil, mi ciudad no es santa así que me daba temor sacar la cámara, en otras circunstancias no encontraba nada asombroso, nada que llamara mi atención. Hasta que aprendí a notar los pequeños detalles que estaban a mi alrededor.

Pasa que muchas veces no tenemos curiosidad, sólo caminamos hacia nuestro destino y nunca miramos lo que pasa cerca de nosotros. Es nuestro principal error, porque en todos lados pasa algo, es una historia que puede que esté dando sus inicios, esté en el climax o viaje a su fin eminente.

Te conviertes en espectador de la vida, simplemente sales de la rutina y disfrutas de nuevas historias.

La primera vez que hice Street Photography (fotografía callejera, pa’ los frenes) recuerdo que me di la tarea de buscar graffitis por toda mi ciudad. Era como mi pequeña búsqueda, mi más anhelado tesoro sería tomar una excelente foto, ser quien mostrara ese lado urbano de la ciudad.

Frecuentas lugares sólo para ver qué pasa

Varios días llovió en la tarde, imposibilitando el poder descubrir nuevas cosas. Pero no todo es eterno, y cuando me di cuenta que sería un buen día me embarqué con mi mochila, cuaderno y cámara a buscar nuevas historias.

Recién era quincena, por lo que las calles estaba llenas. Nunca había visto tantas personas, una que otra banda musical practicando al bombo de su tocada. Mis pasos eran lentos pero inquietos, observaba todo mientras veía el reloj.

“Falta un cuarto para las 5 de la tarde”, pensaba mientras veía la posición del sol.

“Perfecto.”

Descubrí algo en medio de mis estudios de fotografía, la tan llamada Golden Hour (hora mágica, pa’ los frenes) que se trata no más que los minutos entre la puesta de sol y la total oscuridad. Aunque muchos prefieren el inicio del día para esto, a mi como no me gusta madrugar prefiero esperar hasta terminar la tarde.

Apuré un poco más mis pasos hasta llegar al parque central de mi ciudad llamado “Parque Miguel de Cervantes Saavedra”. Entre parejas agarradas de la mano, personas de compras pude percatarme de un pequeño tumulto de personas. Con mirada escéptica fui acercándome hasta llegar a mi destino.

En el suelo estaba sentado un señor, calculo unos 65 años. Junto a pequeñas latas de aerosol, un plato de cristal y demás utensilios estaba por terminar su más reciente obra. Parecía estar de acuedo con el show, en ocasiones una señora — creo, de su misma edad- le hablaba e incitaba a las personas a donar mientras él trabajaba. Cuando terminaba hacia una leve pausa, agarraba con cuidado el producto final y lo mostraba al público que aprobaba su habilidad (momento que pude capturar y es la portada de esta publicación).

Algo curioso era la música con que ambientaba su show, y aún más cuando descubrí que usaba un reproductor hecho por él. Justo al lado de su pierna tenía un interruptor, mi mirada se desplazaba a la par del camino con que iba los cables. Lo sorprendente era hacia donde terminaba: en un tubo PVC. Sí, las bocinas estaban ahí, algo bastante asombroso y que me confirma de este señor-habilidoso.

Estaba ahí porque tenía talento, y era recompensado por ello. Su ingenio para hacer pequeñas obras de arte con tan poco era impresionante. Pude notar hojas de papel, cartón y alambres. Todo dentro de una persona luchadora, pasa por mi mente diferentes historias explicando el ¿de donde viene?¿qué hace aquí? y ¿por qué hace esto? aún así soy ajeno a su realidad, quise quedarme un poco más pero se hacía tarde.

Me fui pero sin antes prometer volver, con la esperanza de encontrarlo y preguntarle cuál es su historia. No sé, tal vez pueda conocer un poco más que pintura y una frase, tal vez pueda contarles quién es el verdadero hombre detrás de estas hermosos mosaicos.

Rompamos la rutina y empecemos a disfrutar nuestro mundo

Detalles así no los encontraría en mi cuarto, ni siquiera en la vuelta de la esquina. No lo encontrarías si lo buscas, sólo por mera coincidencia. La perseverancia me hizo estar ahí, el dejar en casa a mi versión preocupada para dejar salir al calmado, al que le encanta encontrar buenas historias.

Ese momento queda inmortalizado, a escalas monocromáticas y junto a una breve reflexión: no dejemos de notar aquello que nos brinda la vida, empecemos a apreciar todo lo que tenemos, dejar de ser despectivos con nuestro entorno para notar los pequeños detalles detrás de estos. Por que la vida sólo es una, disfrutemos todos los días como si fueran los últimos.

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